La evaluación prequirúrgica representa, frecuentemente, la primera evaluación cardiológica a la que se somete un individuo y es por eso que se transforma en una oportunidad única para identificar factores de riesgo o patologías cardiovasculares que merecen consejo médico y seguimiento posterior a la cirugía.
La evaluación preoperatoria del riesgo cardiovascular tiene como objetivo guiar el manejo perioperatorio de los métodos diagnósticos y las indicaciones terapéuticas necesarias para reducir, fundamentalmente, las complicaciones cardiovasculares a corto plazo.
Las variables clínicas surgidas del interrogatorio y del examen físico son elementos muy útiles y han sido el centro de atención desde hace muchos años.
Todos los procedimientos quirúrgicos producen cierto grado de estrés desencadenado por el daño tisular y mediado por la liberación al torrente sanguíneo de factores neuroendocrinos, tales como el cortisol y las catecolaminas.
Estas sustancias favorecen las siguientes situaciones:
1) un aumento de la demanda de oxígeno miocárdico inducida por la taquicardia y la hipertensión.
2) un estado hipercoagulable dado por un desequilibrio entre factores protrombóticos y fibrinolíticos, tales como mayor activación y agregación plaquetaria, aumento del fibrinógeno y reducción de la fibrinólisis.
3) un incremento de las fuerzas de roce en el interior de las arterias coronarias (“shear stress”).
4) un estado inflamatorio e hipóxico generado por los cambios neurohumorales.
Indudablemente, la cirugía no cardíaca mayor representa una prueba de estrés miocárdico, que puede conducir a la trombosis coronaria y a las complicaciones isquémicas generadas por la combinación de estos mecanismos.